Pocas veces el primer amor ha sido retratado en el cine de manera tan bella e inocente como en Moonrise Kingdom, anteúltima y aclamadísima obra de Wes Anderson que inauguró Cannes 2012 rodeado de un amplísimo y reconocido reparto. La comentamos.
por Nacho Vázquez.
Una de las cualidades-maravilla de éste largometraje es la capacidad de Anderson para contar la historia de dos niños que se aman y huyen juntos sin una pizca de cinismo. Se trata, básicamente, de la antítesis en mensaje de Romeo y Julieta, los personajes creen que pueden huir juntos y tanto la película como el espectador también lo cree. Los dos actores protagonistas hacen una labor grandiosa, consiguiendo realmente hacernos sentir y aportar trascendencia y profundidad a estos dos jóvenes en su huida. Ese primer amor causa una serie de consecuencias en el mundo donde viven ya que ellos solo buscan huir de su propio destino mientras que los adultos no se lo permiten e inculcan a sus hijos la vida que deben vivir, pensando en lo mejor para ellos pero sin tener en cuenta sus verdaderos deseos.
A Moonrise Kingdom no le falta una de las marcas de la casa Anderson, la melancolía. El propio director inculca a sus personajes ese estado de ánimo, ese limbo emocional donde uno debe encontrarse para actuar. Los adultos de la película representan personas rotas, por tanto, nos encontramos a familias rotas. Incluso la sombra de los padres de Sam representará un dolor interno en él, buscando el calor de una figura paterna o de una persona que lo ame, tal y como es. Mientras, los padres de Suzy son un matrimonio sin amor ni pasión. Su relación se basa en discusiones en las que se busca descubrir quien está por encima, justificando que sigan juntos por los niños, cuando esta situación destroza más que cualquier separación.
Ante dicha situación, los dos protagonistas se encuentran. Ellos están desconectados del mundo, sin embargo, juntos conectan. Buscan entonces un lugar donde el mundo no les pueda dañar, ese sitio donde escapar y poder ser ellos mismos. Al mismo tiempo, ellos muestran ese amor dulce e inocente de la infancia que los adultos que les rodean han ido destruyendo. Incluso el propio Edward Norton en un breve momento comenta que es profesor antes que Scout, pudiendo ver durante dicha línea argumental, como se esconden de lo que verdaderamente son. La generación más anciana, por su parte, con la huida de los jóvenes, descubrirá como ha desperdiciado su propia vida.
Es también claro el espíritu de aventura que denota la obra aunque, ante todo, Moonrise Kingdom es un viaje emocional donde las dos partes, los que escapan y los que buscan, llegan a un entendimiento. Wes Anderson es claramente un director emocional ya que sus películas contienen un corazón que llenara a los espectadores más ilusionados y sus largometrajes son así porque el propio Anderson pone en cada proyecto parte de él mismo y demuestra un gran amor por cada uno de sus planos. Es por tanto patente su gran perfeccionismo ya sea en lo técnico de sus planos (como observamos aquí), en el cuidado de cada uno de los personajes, o en la magia que destila cada fotograma.
El propio Anderson creó un estilo único que ha sido copiado en muchas ocasiones. Ya sea en su forma de estructurar la trama de sus obras o en su marcado apartado visual. El concepto de “Quirk” ha generado mucha controversia al ser un movimiento que no comprende lo que copia. Anderson genera personajes profundos en un entorno plano donde los detalles profundizan aún más sobre los propios personajes, mientras que en sus copias como Pequeña Miss Sunshine se quedan con lo plano y carentes de contexto, dotándose de personajes simples a los cuales solo perfila el propio devenir de la trama. En cambio, el director de Moonrise Kindom genera obras con corazón, gracia y profundidad. Wes Anderson revoluciona la narrativa mientras los demás no pueden generar más que la antinarrativa.
Diferente y mágica, Moonrise Kingdom te hará sentir emocionalmente inmerso en su historia sin utilizar artificios ni trucos baratos. La sinceridad de la película te llenara de manera compleja y habilidosa. La facilidad con la que Wes Anderson se adentra en el corazón del espectador es realmente increíble, puede que no sea una película llena de carcajadas, pero sin duda no borrara esa sonrisa de tu cara durante su hora y media de duración. Tras disfrutar de una de las películas más cercanas y emotivas de hace dos temporadas El gran hotel Budapest se plantea como una gran película y solo puedo desear verla cuanto antes.
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