En esta ocasión debatimos sobre En un lugar sin ley. Bella película premiada en Sundance 2013 que clausuró el Atlántida Film Fest y se estrena este mismo viernes en nuestras pantallas. ¿Fría o extraordinariamente sensible?
Tras pasar con éxito el pasado año por numerosos festivales, erigiéndose como una de las sensaciones indies de la temporada, por fin hemos podido ver en España (como película de clausura en el Atlántida Film Fest, antes de su inminente estreno en cines) En un lugar sin ley, la película de David Lowery sobre una pareja de fugitivos ambientada en los años 70. Se trata de una historia romántica forzosamente trágica, que se ha ganado inevitables comparaciones con Terrence Malick argumental y estilísticamente, aunque la narración de En un lugar sin ley es menos introspectiva. No vamos a encontrarnos aquí, por decirlo en otras palabras, voces en off preguntándose sobre el sentido de la vida mientras se nos inundan las retinas de luminosos flashbacks. Es innegable que la fotografía de Bradford Young está cuidadísima, y que Lowery transmite lirismo a las imágenes. Su estilo es poético como el de Malick, pero lo que nos cuenta, lejos de buscar una profundidad trascendental, se queda en el terreno de lo superficial. Y quizás ese sea su mayor problema, la incapacidad de transmitir emoción a través de unos personajes distantes y planos, y de una trama subdesarrollada. Casey Affleck y Rooney Mara parecen entender su relación tan poco como lo hacen los espectadores, y por tanto, la pasión es inexistente. Finalmente, En un lugar sin ley es ante todo, más que una película de amor, una reflexión sobre la madurez, sobre el paso de la inconsciencia y la despreocupación juvenil a la responsabilidad adulta; sobre vivir el presente como si no hubiese mañana, hasta que el mañana te alcanza, y ya no vives solo por ti, sino también por otras personas. No deja de ser interesante, pero aun así, es un film muy hermoso de ver, pero insuficiente para sentir.
David Lowery se apodera del estilo perpetuado por Terrence Malick para adentrarnos en el Texas más profundo. La América representada en En un lugar sin ley no puede catalogarse como parte de ningún género especifico ya que es capaz de utilizar las características que hacen especiales los westerns, los thrillers y los dramas románticos para realizar una obra atemporal. Lowery consigue lo que muchos romances en el celuloide actual no: los protagonistas, únicamente compartiendo cuatro escenas, hacen al público cómplice de su idilio antes de su separación, logran que el espectador empatice con su relación y su situación. La evolución de los protagonistas en sus respectivos caminos no aleja al espectador de la idea de su vínculo. En la simpleza de la historia se encuentra su belleza, su simple trama está realizada en pos de la caracterización de los personajes, creando sentimientos tan veraces que transcienden más allá de la pantalla. La obra está creada con una sensibilidad mágica, prueba de ello es su bella fotografía, unida a su sureña banda sonora. También consigue separarse del género melodramático y de ciertas artimañas comunes para hacer sentir al espectador. La honestidad que destila el largometraje embauca y te hace creer en el amor de estos dos forajidos. Pero todos estos sentimientos son el vínculo que une al espectador con los amantes, al romperse el mismo y no conectar durante las pocas escenas mencionadas, la película perdería todo su poder. La fragilidad y la belleza de la obra se reflejan en los propios protagonistas, la fragilidad de su futuro y la belleza de sus sentimientos.
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