En los últimos años, desde su Domingo sangriento, el británico Paul Greengrass se ha hecho con una
posición importante entre los mejores directores de acción actuales (sin ir más lejos, es el artífice de la segunda y la tercera entregas de la saga Bourne), gracias especialmente a su estilo realista de cámara al hombro, como si se tratase de un reportero de guerra, acabando por resultar tan deslumbrante como incómodo y abrumador, provocando una sensación de mareo que en el caso de su último trabajo puede resultar incluso conveniente, ya que nos sitúa en un desasosegante suceso en alta mar: estamos hablando de Capitán Phillips.
En ocasiones parecida a una versión alargada de toda la parte final de La noche más oscura, (dicho esto como un cumplido), Capitán Phillips cuenta un hecho real ocurrido en 2009, cuando un carguero rumbo a Mombasa fue tomado por cuatro piratas somalíes, que posteriormente secuestraron a su capitán, Richard Phillips, con la intención de pedir un cuantioso rescate. Greengrass toma el casi siempre sobrio guión de Billy Ray (a quien algunos recordarán sobre todo por ser el director de la magnífica El precio de la verdad), basado en un libro escrito por el propio Phillips, al que se le escapan muy pocos hilos peliculeros, y le otorga su propia personalidad. El director sigue a los personajes con la cámara en mano, haciendo barridos y pequeños zooms, dando la sensación de descuido y a la vez de precisión, especialmente unida al frenético y al mismo tiempo elaboradísimo montaje de Christopher Rouse, que funciona como un reloj junto a funcional banda sonora de Henry Jackman, que destaca a pesar de huir del (auto) lucimiento en la mayoría de las ocasiones. Por su parte, Greengrass vuelve a demostrar que sabe manejarse en movimiento, ya sea en angustiosas escenas claustrofóbicas (no hay más que ver United 93), como rodando trepidantes momentos en el mar, en los que la cámara está tan encima de los personajes que casi parece que el agua salpicará a los espectadores.
Pero, aparte de la destreza técnica, el gran acierto de la película es no hacer una división entre (americanos) buenos y (somalíes) malos, sino que se realiza una presentación de personajes equitativa que nos ofrece los distintos puntos de vista de uno y otros personajes, haciéndoles a todos igual de creíbles, y a la vez igual de poco empáticos. Porque recordemos, esta no es una película sentimental. Lo que quiere es retratar con una fidelidad documental lo que sucedió durante esas tensas horas en las que no se sabía cuál iba a ser el destino del capitán. Un personaje que además le da la oportunidad de hacer su mejor papel de los últimos años a un Tom Hanks que se mueve entre la contención y el terror más absoluto, con una interpretación que va in crescendo en intensidad hasta su devastador final. Hanks está bien arropado por un amplio conjunto de secundarios entre los que destaca el eficaz Barkhad Abdi, que ya suena como firme nominado a Oscar al mejor actor de reparto.
Capitán Phillips es una enérgica película que toma la suficiente distancia con respecto a lo que quiere contar como para ser objetiva y no caer en el melodrama, pero no tanto como para no conseguir momento que dan escalofríos y ponen los pelos de punta. Greengrass se aleja de los tópicos de las historias de heroísmo y supervivencia para ofrecer una visión mucho más compleja de este reciente episodio en la versión más rigurosa del mismo que se podría haber hecho desde la ficción.
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