Vender un héroe

Aprovechando el éxito en cines estadounidenses de su secuela - El soldado de invierno - echamos la vista atrás para recordar El primer vengador la película más arriesgada y aventurera de Marvel. 

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Si algo demuestra Marvel con el universo que ha sabido montar es que no hay mejor vendedor que el que sabe que su producto es bueno. El mérito de Marvel no es construir un universo accesible al gran público partiendo de una base de ciencia ficción, es hacer que el público acuda en masa a cada estreno, convertido en acontecimiento. De todas las películas de Marvel, Capitán América: El primer Vengador tiene las características de ser el producto menos vendible de la factoría, pero sale victoriosa de cualquier pero que se le pueda poner.



Porque el mayor escollo que debe hacer frente el personaje es su nombre. Capitán América, como adalid del patriotismo más añejo y recalcitrante, más oficial y oficioso, más artificial y maquetado. Es por ello el personaje que parte de un planteamiento más débil, pero inesperadamente, toda esa debilidad se convierte en la esencia, el poder, la capacidad de sorprender al espectador y lograr una empatía total. Porque el personaje pide empatía desde el comienzo, y la interpretación de Chris Evans, inocente aunque decidido, hace el resto.



Es un producto de encargo, pero realizado por un artesano de antaño. Joe Johnston es capaz de proporcionar una pátina de calidad y buen acabado a cualquier historia. Es un buen hacedor de historias, y el corte absolutamente clásico, la atmósfera exageradamente vintage de esta historia no desentona en ningún momento con todos los elementos sobrenaturales que la forman. Si alguien es el responsable de tan magno triunfo, ese es Joe Johnston.



Capitán América: El primer vengador también juega con la confianza del espectador. Con unos efectos digitales muy bien depurados, la historia comienza con un Chris Evans escuchimizado (en el peor de los sentidos) que siente la necesidad de ayudar a su país. Puede parecer un sentimiento patriota, que lo es, pero el guión lo convierte en un héroe griego, que empieza luchando por su patria y acaba pereciendo por la Humanidad. Por las personas que conforman su mundo y el futuro que supondrá su marcha. Sabiendo que el espectador medio puede no confiar demasiado en un actor (semi)desconocido y guaperas en cualquier papel anterior, el casting que lo rodea hace olvidar cualquier factor de baja calidad: Stanley Tucci, Hugo Weaving (con un personaje sosias del agente Smith de Matrix), Toby Jones o un Tommy Lee Jones, que en un principio puede parecer desubicado pero que en el tramo final encuentra su sitio en la trama.



¿Qué es, entonces, Capitán América: El primer vengador? Es una presentación. Pero facturada en forma de historia individual, con un empaque atroz y una esencia de buen cine difícilmente vista en producciones de este tipo. Ese es el principal valor del personaje y del guión, convertir en universal la historia más bien localizada de un personaje ajeno a la cultura no estadounidense.



El resto, es nostalgia. Nostalgia por ser testigos de la evolución de un personaje, desde su concepción hasta su explosión, desde sus comienzos vergonzantes hasta sus finales heroicos. Por ser cómplices de todo tipo de referencias antiguas, en forma de escudos pasados de moda o cromos de colección; o también cómplices por ser capaces de ambientar situaciones de siglo XXI a historias de la Segunda Guerra Mundial. Steve Rogers lucha por su país, y su principal arma es el amor. Y eso, para un personaje que se siente culpable por perder una cita por ser el héroe de la historia, es poco convencional. Necesariamente perfecto.

Capitán América: El primer vengador (Captain America: The first Avenger, EEUU - 2011) | Una reseña de Jonathan Sedeño

 

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