Buceamos en el Atlántida Film Fest de Filmin para descubrir una joya checa premiada en el pasado Karlovy Vary. ¿Es el matrimonio un lazo perpetuo y sincero? ¿Qué secretos esconde aquella persona con la que decidimos compartir nuestra vida?
El matrimonio significa unirte a alguien (teóricamente para toda la vida) con quien, un tiempo antes, no tenías ningún lazo. No es de tu familia, no lleva tu sangre. En el fondo, se trata de comprometerte para siempre con un desconocido. Que te puede haber mentido sobre su vida antes de que le conocieras, o lo puede estar haciendo en ese mismo momento. Esos temores, bastantes veces infundados, son los que plantea en Honeymoon –Líbánky- el director checo Jan Hrebejk, por cuya labor se llevó el premio en la última edición del Festival de Karlovy Vary. En la película, Hrenejk nos presenta a Tereza y Radim, una pareja muy enamorada que espera un hijo. El día de su boda parece que todo va a ser perfecto. Sin embargo, tras la ceremonia y en el banquete, hace aparición un extraño al que nadie reconoce, aunque él manifiesta ser un antiguo compañero de colegio de Radim. La presencia de este hombre va a crear un clima perturbador en el ambiente, y Tereza comenzará a sospechar que quizás realmente no sabe quién es Radim. Las revelaciones que tendrán lugar a raíz de estos acontecimientos harán que nada vuelva a ser lo mismo.
El año pasado ganaba el Atlántida Film Fest uno de los ejemplos más descarnados sobre el bullying escolar, la mexicana Después de Lucía (2012). La película de Michel Franco dejaba un final abierto en torno a lo que sucedería después del acoso y sus consecuencias. Hrebejk intenta mirar más allá y analizar la situación con distancia, es decir, presentar qué les ocurre años después, ya en su vida adulta, a las personas que por un lado lo sufrieron (y los que lo pasaron junto a ellos) y por otro lado a los que lo provocaron. La película es una dura crítica a aquellos (familiares, profesores…) que cierran los ojos ante la situación, la encubren o simplemente la ignoran, incidiendo (quizás de manera demasiado tremendista), en el hecho de que ese maltrato puede impedir llevar a la persona afectada una vida normal.
Se aprecia en Honeymoon algo de esa crudeza que es tan propia del cine danés de Thomas Vinterberg o Lars von Trier. De hecho, como en la boda con la que comienza Melancolía de Von Trier (2011), intuimos que hay algo turbio en esta celebración, algo que está oculto entre tanta felicidad. Muchas verdades se van a destapar, pero, sobre todas, una que cambiará la vida de los protagonistas. Aunque Honeymoon no logra librarse de cierto aire televisivo de película de sobremesa, se agradece la manera directa en que va descubriendo la historia. Casi la mayor parte del tiempo, se ahorra los flashbacks y las voces en off, para centrarse en lo que cuentan los personajes, a los cuales mantiene en el plano de una forma angustiosa, especialmente en la durísima confesión que el personaje interpretado por Jirí Cerný le hace al de Anna Geislerová, y en las dudas y contradicciones de ésta hacia su marido.
Si la cara es el reflejo del alma, una fotografía puede enfrentarte contigo mismo y con tus demonios. Con alguien que eras y habías querido olvidar. Radim, interpretado por Stanislav Majer, se verá obligado a hacerlo, en un final en parte demasiado explícito comparado por el resto de la película, y por otra parte, metafórico en su visión del matrimonio. Veinticuatro horas después de haberse dado el “sí, quiero”, Tereza y Razim se dan cuenta de la trivialidad de su unión. Porque por mucho que los intentemos ocultar, nuestros antiguos y auténticos instintos acaban saliendo a la luz, y vienen en el momento más inesperado a pedirnos cuentas por los errores del pasado.
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