Un relato bíblico, en el año 2014, dirigido por Darren Aronofsky ¿Qué podía salir mal? Todo. Por suerte, este no es el caso.
No me atrevería a decir que este es el proyecto más arriesgado del director neoyorquino ya que sus obras nunca han sido unánimemente alabadas (quizá podríamos exceptuar la magnífica Cisne Negro) y han generado cierta polémica. Noé no podía ser menos.
Primero, fuera prejuicios. Es un relato bíblico, sí. Por tanto, se trata de enésima adaptación a la gran pantalla de un libro de fantasía, o de un drama fantástico si preferimos. Cierto es que no podemos obviar el elemento religioso, pero si no nos ofendía la presencia de Sauron en El señor de los anillos, no debería hacerlo la presencia de Dios en este caso (y no, no los estoy comparando, Sauron no era una deidad, lo sé). Pero acercarse a la película con esa visión sería injusto. La Biblia y, en consecuencia, Noé, no deja de ser el relato de una serie de fábulas con moraleja, que se pueden prestar a interpretación.
Dejando esto claro. Entremos en materia. El señor Darren Aronofsky nos deleita con algunas de las soluciones visuales mejor logradas de toda su filmografía, y unos “personajes” (no los actores principales, ya lo entenderéis) memorables. Sin entrar en muchos detalles, escenas como la de la “Creación” o la “historia del hombre” son de una belleza asombrosa e hipnótica. Sin duda, todo el prólogo de la película supone un logro en cuanto a síntesis e imaginación que, además, ya deja claro que la película se nos cuenta como una historia (story) y no como historia (history).
Podremos ponerle algunas pegas al ritmo de la película en cierto momento, pero es el riesgo al que se enfrentaba Aronofsky: construir una historia personal dentro de las características de un blockbuster. Reto del que creemos sale airoso, con pegas, pero airoso. Su incidencia en las ideas frente a la acción es admirable, si bien no puede evitar caer en esta última. ¿Son innecesarias las batallas? Probablemente, pero no lo es la existencia de la amenaza ni de un antagonista que, en última instancia, nos ayuda a entender mejor al protagonista.
El reparto no podría estar más acertado. Nadie desentona. Si bien es cierto que, a pesar de su larga duración, no deja que sus personajes se desarrollen completamente. Lo cual, por otra parte, no deja de ser la característica de cualquier cuento o fábula, unos personajes con características perfectamente definidas que sirvan como medio para llegar a la moraleja. Russel Crowe cumple a la perfección, crea a un convincente Noé y refleja bien sus debates morales; al igual que una Jennifer Connelly, que se luce cuando la película se lo permite, si bien a la sombra del personaje principal. Sin embargo, es Emma Watson la que al final debe sostener las escenas más dramáticas de la película y lo hace de manera más que meritoria. Con ella llega la emoción en una película que se puede sentir fría por momentos.
No queremos entrar en detalles argumentales, pero sí apuntar alguno de los debates morales y las reflexiones que nos plantea la película. O, al menos, algunas de las ideas que un humilde servidor ha podido extraer. Noé es una reflexión sobre el perdón y la compasión, así como sobre la capacidad de amar en todas sus dimensiones. Sobre como construimos nuestras relaciones y las relaciones de poder que se establecen. Interesantísimas es su reflexión en torno a la autoridad y el poder en sí mismo, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar por obedecer una orden? ¿Dónde pondremos el límite? O, directamente, ¿tendríamos un límite?
Un tema que ya ha desatado críticas es la conciencia ambientalista que demuestra la película. Noé no deja de ser un espejo donde podemos ver a la humanidad en el presente, nuestra relación con el medio y con otras sociedades, el egoísmo, la avaricia, la crueldad… ¿Somos tan diferentes de esa sociedad que describe Noé consumida en el caos y donde los más débiles, y la Tierra en sí, son los mayores perjudicados? Acusarla de “New age” de forma negativa es simplista y reduccionista. Temas universales que superan a la propia historia del diluvio, que no deja de ser un elemento secundario, los personajes no hablan sobre el diluvio, hablan sobre sus causas y sus consecuencias. No hablan de Dios, hablan de sus propias acciones como individuos y de los efectos que estas tienen.
No es una película perfecta, ni mucho menos, pero no merece ser prejuzgada en base a su punto de partida. Cuenta con escenas memorables, un reparto más que adecuado, una banda sonora absolutamente maravillosa e ideas que, más o menos desarrolladas, deberían conducir a la reflexión y al debate. Con esto, Noé ya nos ofrece más el 90% de los blockbusters. Y, además, es que es una buena película sobre el hombre, no sobre Dios, sobre el amor y el perdón. Una visión del hombre, al contrario de lo que pueda parecer, optimista y esperanzadora.
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