Hasta la vida más aburrida y miserable puede verse salpicada de la mayor de las desgracias si todos los elementos juegan en su contra. Si todas las condiciones son (des)favorables es posible asistir a una continua sucesión de desdichas contra la persona menos adecuada. Heli abunda en todos esos elementos, con una crudeza encomiable.
El personaje principal no es alguien atractivo ni interesante, es un donnadie que se encuentra en mitad de un huracán de errores y bajo una tormenta de fallos. El contexto pudiera parecer algo anodino, lleno de lugares comunes (matrimonio en crisis, familia pobre, esperanzas de una vida mejor), pero la dirección de Amat Escalante, con el uso incesante de planos fijos y sin movimientos de cámara innecesarios, realiza una película que bien pudiera ser un falso documental, un reportaje social.
Pese a comenzar con una escena muy potente, la película tarda en entrar en materia, y requiere de mucho tiempo para presentar a los personajes, unos personajes totalmente abatidos por un trabajo duro, una sociedad inexistente, un futuro opaco. Hay que destacar la labor de estos actores que hacen creíbles estas situaciones (con especial mención a Andrea Vergara, detonante involuntaria de los acontecimientos; y Armando Espitia, el Heli del título e inmediato sufridor de las consecuencias).
Es curioso cómo Heli, un personaje totalmente fuera de cualquier círculo amistoso o familiar extraño, se ve envuelto en tales circunstancias. Y ello incide más si cabe en las casualidades de la historia, en cómo alguien totalmente simple puede verse inmiscuido en las más sórdidas situaciones. Es entonces cuando Escalante coge al espectador por las solapas y lo obliga a retorcerse en el asiento, al asistir a varias escenas que muestran la crudeza del ser humano, la violencia más gratuita. El director quiere que el público entienda que no hay escapatoria ante la maldad, ante la venganza. Un premio al mejor director en el último Festival de Cannes atestiguan una dirección muy valiente.
Pese a una dirección diferente y unas escenas impactantes, la película al final no puede escapar de un aura de cine latinoamericano en el que las historias se repiten, la sociedad se hunde, el personaje se enfrenta su entorno y la suciedad lo invade. El contexto, el envoltorio, hacen mella en un cine que quiere ser diferente y valiente, pero que adolece de la falta de medios de una historia que siempre debería ser contada.
El año pasado el mejicano Carlos Reygadas se alzaba con el premio a la Mejor Dirección del Festival de Cannes, ante la sorpresa de todos, por su polémico y abucheado filme Post Tenebras Lux. Hace unos meses, el certamen que coronaba La Vida de Adèle y premiaba aclamadas cintas como Inside Llewyn Davies o De tal padre, tal hijo, encontraba un hueco para galardonar a otro director mejicano, curiosamente pupilo y apadrinado de Reygadas, de nombre Amat Escalante. Escalante se alzaba, también, con el premio a la Mejor Dirección gracias a la cuidada pero sobria, seca y contundente dirección de su segundo filme, el drama social: Heli.
Si bien el último filme de Reygadas, que pudimos ver en el Atlántida Film Fest, resultaba exigente, polémico y poseía secuencias de gran crudeza formal y un hilo argumental que narraba el desasogante y deprimente descenso a los infiernos de una familia de clase media, también contaba con destellos estéticos de auténtico ejercicio estilístico bello, arriesgado y novedoso que completaban al relato y lo alejaban de los últimos cánones del cine latinoamericano, tendente a mostrar la realidad de una manera árida y próxima al documental más estremecedor.
Heli se limita a continuar por la senda de ésta tendencia visual y narrativa con planos fijos y largos que no se preocupan por, de algún modo, enmascarar la agresividad y la violencia siempre palpables, desatada en algunos momentos y más tensamente contenidas en otras secuencias, durante su metraje, ofreciendo al espectador retales de tortura y crudeza física explícitos y contundentes.
Heli no tiene una función didáctica, no se presenta un claro "¿por qué?", sino que se limita a mostrar una serie de descarnados y brutales hechos y el sufrimiento de algunos "inocentes" personajes. Escalante no busca que el espectador genere una conexión emocional con sus protagonistas, tampoco que juzgue durante el transcurso de su largometraje cada una de las decisiones que éstos toman. Escalante no pretende generar repugnancia sino que pretende crear una conmoción seca en su público, como la que asesta un golpe certero e individual en el estómago
Esta subrayada sequedad, dureza y monotonía que no deja a la apesadumbrada pelicula respirar durante ningún momento, lastrada por su propia oscuridad y pesimismo, hace que Heli acabe tornando hacia más hacia el tedio y la indiferencia que hacia la dolorosa repulsión pretendida. El filme tarda en arrancar, se desarrolla de manera muy pausada y completamente anticlimática y se decide por un final igualmente alargado que pronuncian ésta sensación de nadería, de observar un milimétricamente controlado docu-reportaje sobre la barbarie del narcotráfico en México lleno de violencia que, si bien no pretende tampoco ser morboso, parece tan cuidadamente construido y encuadrado que resulta algo falto de sinceridad.
Escalante opta por crear una atmósfera heladora, cuidada pero sucia, alejada de una elegancia cautivante que hace que el conflicto de Heli, también, quede lejos del interés completo del espectador. Queda por último destacar la interpretación de los jóvenes protagonistas en papeles sufridos y de gran dureza formal, denotando gran naturalidad y aumentando el nivel de la candidata mejicana a los Óscar que acaba por ser una obra indudablemente rotunda e interesante pero también profundamente hastiante.
Si bien el último filme de Reygadas, que pudimos ver en el Atlántida Film Fest, resultaba exigente, polémico y poseía secuencias de gran crudeza formal y un hilo argumental que narraba el desasogante y deprimente descenso a los infiernos de una familia de clase media, también contaba con destellos estéticos de auténtico ejercicio estilístico bello, arriesgado y novedoso que completaban al relato y lo alejaban de los últimos cánones del cine latinoamericano, tendente a mostrar la realidad de una manera árida y próxima al documental más estremecedor.
Heli se limita a continuar por la senda de ésta tendencia visual y narrativa con planos fijos y largos que no se preocupan por, de algún modo, enmascarar la agresividad y la violencia siempre palpables, desatada en algunos momentos y más tensamente contenidas en otras secuencias, durante su metraje, ofreciendo al espectador retales de tortura y crudeza física explícitos y contundentes.
Heli no tiene una función didáctica, no se presenta un claro "¿por qué?", sino que se limita a mostrar una serie de descarnados y brutales hechos y el sufrimiento de algunos "inocentes" personajes. Escalante no busca que el espectador genere una conexión emocional con sus protagonistas, tampoco que juzgue durante el transcurso de su largometraje cada una de las decisiones que éstos toman. Escalante no pretende generar repugnancia sino que pretende crear una conmoción seca en su público, como la que asesta un golpe certero e individual en el estómago
Esta subrayada sequedad, dureza y monotonía que no deja a la apesadumbrada pelicula respirar durante ningún momento, lastrada por su propia oscuridad y pesimismo, hace que Heli acabe tornando hacia más hacia el tedio y la indiferencia que hacia la dolorosa repulsión pretendida. El filme tarda en arrancar, se desarrolla de manera muy pausada y completamente anticlimática y se decide por un final igualmente alargado que pronuncian ésta sensación de nadería, de observar un milimétricamente controlado docu-reportaje sobre la barbarie del narcotráfico en México lleno de violencia que, si bien no pretende tampoco ser morboso, parece tan cuidadamente construido y encuadrado que resulta algo falto de sinceridad.
Escalante opta por crear una atmósfera heladora, cuidada pero sucia, alejada de una elegancia cautivante que hace que el conflicto de Heli, también, quede lejos del interés completo del espectador. Queda por último destacar la interpretación de los jóvenes protagonistas en papeles sufridos y de gran dureza formal, denotando gran naturalidad y aumentando el nivel de la candidata mejicana a los Óscar que acaba por ser una obra indudablemente rotunda e interesante pero también profundamente hastiante.
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