Su primera incursión, El espíritu del 45 no podría haber llegado a las salas en un momento más oportuno, especialmente en nuestro país: en el marco de la crisis económica, en medio de un sangrante debate sobre la privatización y los recortes públicos y con el fin del estado de bienestar en el horizonte.
Hay que aplaudir el compromiso de Loach con la situación actual y su contante lucha contra las injusticias sociales a través de una admirablemente coherente filmografía. El director británico que lleva toda su obra radiografiando los rincones oscuros y las grietas de un sistema aparentemente armonioso nos ofrece ahora un mensaje de esperanza una vez se ha caído el telón y se ha roto el espejismo.
El espíritu del 45 se puede contemplar en dos mitades separadas por una algo brusca elipsis temporal. En la primera parte, se nos muestran las penurias de la clase obrera británica en el periodo de entreguerras y sus demenciales condiciones de vida, así como los intentos y la lucha por el cambio a través de un optimismo surgido del final de la Segunda Guerra Mundial (de ahí el título de la película); en la segunda, vemos como la llegada del Margaret Tatcher echa por tierra todos los avances conseguidos anteriormente propulsando una fase de privatización. Del bien público al beneficio privado.
Es innegable la dedicación y la valentía de Loach al afrontar el tema, sin embargo, el documental cae en cierto carácter panfletario (principal defecto de toda la obra del autor, por otra parte) que provoca una progresiva pérdida de interés acabando casi en el sopor: testimonios sobre las bondades del socialismo se suceden una y otra vez sin casi un hilo conductor.
Cuando podía haber hecho un análisis más riguroso e incisivo del problema, Loach se queda en la superficie, en la declaración polémica y el titular llamativo. Se echa de menos algo más de información, pecado capital de una película que tampoco aprovecha los recursos formales que ofrece su género: prácticamente solo vemos declaraciones de personas desconocidas y un par de imágenes de archivo. Olvídense de entrevistas, gráficos, o alguna escena que juegue con las posibilidades narrativas del documental.
Loach lleva al límite su habitual austeridad de estilo dejando que el documental se mantenga a flote solo mediante su mensaje, que por muy bienintencionado que sea, no ofrece nada nuevo y acaba por aburrir. Una lástima, porque, como decíamos, la oportunidad no podía ser mejor.
No obstante, pese a resultar fallida, El espíritu del 45 supone un interesante y sano ejemplo de documental comprometido que debería abundar más en los tiempos que corren.
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