"A mí las brujas no me dan miedo. A mí lo que me dan miedo son los hijos de puta"
Personalidad e identidad. Son conceptos parejos pero que poseen ciertas diferencias. El cine de Álex De la Iglesia posee ambas. La personalidad macarra del bilbaíno, que lleva al extremo a sus personajes y los eleva, mientras no cesa de recordar que son personas normales y corrientes. Y la identidad de un cine totalmente libre, que aunque se ciña a ciertas reglas (auto)impuestas viaja más allá de cualquier imaginación.
Las brujas de Zugarramurdi es, desde el minuto uno, el viaje más potente al que el director haya llevado nunca a sus actores y, por contagio, a sus espectadores. Nos encontramos ante una película que presenta todas las claves del cine de De la Iglesia; y en este caso, se hace patente la idolatría que posee el director hacia la figura de la mujer, y de cómo los hombres son solo marionetas en sus manos (tanto física como metafóricamente).
Pero es que además es una película totalmente localista. Bien es cierto que un espectador vasco y/o cercano a la cultura vasca vivirá a un nivel mucho mayor (y mucho mejor) el espectáculo que presencia. Porque en esta película entra todo y vale todo, un crescendo referencial. Las mitologías y aspectos culturales vascos impregnan cada fotograma del film, y será por ello que un espectador no tan relacionado con dichos aspectos, pueda en algún momento alejarse de la historia y actuar en detrimento del visionado.
Con esta película, De la Iglesia da un salto total al terreno fantástico que había desaparecido en sus últimos trabajos. Con un clímax final totalmente fantastique, y unos personajes de cuento malvado, asistimos a la obra de un director que, habiendo alcanzado la plenitud y reconocimiento cinematográfico, no se pone límites.
Todos los ingredientes de esta obra se ven acompañados de un elenco de actores en estado de gracia, que demuestra una vez más la cualidad de De la Iglesia como gran director de actores. Intérpretes como Hugo Silva y Mario Casas, protagonistas absolutos de la película, y que pudieran levantar sospechas por supuestas dotes actorales, están espléndidos. En otra liga juegan las tres mujeres del clan, encabezadas por una Carmen Maura absolutamente arrebatadora, aunque Terele Pávez sea una auténtica maestra con su mera presencia.
Es, en definitiva, una película que no está realizada para todos los paladares, pero aquellos que sean capaces de disfrutar de lo que ofrece, se llevarán consigo una experiencia irrepetible.
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