La sociedad nos demuestra recuerda cada día que el ser humano está podrido en su interior, certifica a cada momento que las personas por dentro están hechas de cenizas y barro, pero que sus entrañas esconden, en el fondo, el interés de querer proteger lo que es suyo, de hacer prevaleces sus creencias e intenciones por encima de todo y todos. Prisoners es el fiel reflejo de la podredumbre de la sociedad, de todos sus estatutos, es tan fiel que da miedo.
Denis Villeneuve, cineasta con una filmografía aún escasa, confirma con esta película que es un realizador a tomar en cuenta, de absoluta referencia, sin duda uno de los cineastas con mayor pulso fílmico de la actualidad. Una historia de amor y odio, contada con total frialdad, pero que inmiscuye al espectador hacia escenas y sensaciones difícilmente conseguidas. Villeneuve recupera aquí el espíritu que Clint Eastwood materializó en Mystic River: un filme seco y oscuro, con silencios que hablan demasiado y con líneas de diálogo magistralmente filmadas.
Villeneuve reúne a un reparto espectacular en el que, sin contar la ya conocida profesionalidad de Hugh Jackman que aquí llega a límites nunca antes alcanzados como actor, está reforzado por un grupo de secundarios increíbles. Destacando el difícil papel de Jake Gyllenhaal, repitiendo con Villeneuve tras Enemy (a cuyo análisis doble podéis acceder aquí), las escenas que protagonizan tanto Paul Dano como Melissa Leo son las más potentes del film. Terrence Howard y Viola Davis, en un papel similar a los que desarrollan Jackman y Maria Bello, llevan a buen puerto un papel más secundario por exigencias de la historia.
Es en la crudeza de la historia y en el modo formal y seco, casi objetivo, en el que está contada, en el que
la película gana totalmente la partida. No es, ni mucho menos, una reinvención del género, pero posee un guión lleno de secretos (sin ser agujeros de guión), de pistas (sin ser trampas), que a su vez se ven potenciadas por una dirección muy acertada, reforzada por una fotografía muy fría, muy directa. Prisoners nos habla desde las imágenes, nos grita desde sus silencios.
Los verdaderos prisioneros de la historia son los propios espectadores, quienes quedan atrapados por una primera escena muy llamativa que rompe la tranquilidad de las imágenes. Quedan apresados por las pesquisas de un Jake Gyllenhaal frustrado por saber que se enfrenta a un delincuente muy inteligente. Posee algunos lugares comunes propios del género que pueden lastrar la historia (religión, alcoholismo, etc.), pero que, en definitiva, no interrumpen la potencia visual de uno de los films del año.
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