El arte de versionar


Resulta cuanto menos espinoso acercarse a un remake americano de una película tan importante como Oldboy de Park Chan-wook (2003), basada en el manga del mismo nombre escrito por Garon Tsuchiya e ilustrado por Nobuaki Minegishi, que probablemente fue el filme que abrió las puertas del cine surcoreano actual a un público más amplio. Es espinoso acercarse como crítico, teniendo que hacer un trabajo de inevitable comparación aislado de prejuicios. Y es de imaginar que para Spike Lee fue igual de espinoso acercarse a ella como realizador. En cualquier caso, hay que hacer frente a las obligatorias preguntas: ¿Qué aporta este remake a un original ya tan canónica? ¿Era necesario hacerlo? El Oldboy de Park Chan-wook sólo puede entenderse plenamente como experiencia sensorial y estética. El Old Boy de Spike Lee es un impecable thriller que, consciente de la fuerza que posee la historia que cuenta, decide quedarse en la superficie y no arriesgar con alardes técnicos más allá que los del propio estilo del director. Quizás esto tenga que ver en parte con los cortes que sufrió el montaje original, de cerca de tres horas, para convertirlas en unos moderados 104 minutos. Esto es lo que hace de Old Boy una película con personalidad propia como trabajo aislado, y a la vez innecesaria e intrascendente como remake.



Hay que partir de una base fundamental: Park Chan-wook es un gran y personalísimo realizador con un gran cuidado por el aspecto visual. Pero Spike Lee, a pesar de haber sufrido en los últimos años un bajón bastante considerable en su carrera, también es un director relevante, y que además entiende la violencia, de un modo distinto a como lo hace el coreano, pero que le da una mirada propia. El argumento de Old Boy representa nuestras peores pesadillas: un hombre es secuestrado durante 20 años sin saber el motivo, para ser repentinamente puesto en libertad, con la misión de averiguar en un par de días quién ha sido el artífice de su cautiverio y por qué. Los más reprochable (que no tiene por qué serlo tanto, si se entiende cada versión en su estilo) de la versión de Spike Lee es que no sea tan reflexiva sobre la venganza como su predecesora, de la que toma especialmente los elementos de thriller violento y angustioso. Se alargan la presentación del personaje y su secuestro (eliminando la voz en off), y, sin embargo, se acorta el final. Donde Park Chan-wook buscaba la experimentación y el lirismo, Lee busca el realismo extremo y visceral. Se podría decir que Lee va más al grano, se queda con lo esencial, mientras que Park Chan-wook se recreaba en la poética de las imágenes de transición.



Más que como un remake, Old Boy debe entenderse como un homenaje a la película original, con referencias constantes (ese plano cenital del paraguas bajo la lluvia es emocionante), y algunos momentos copiados y recreados según el estilo de Lee. Es el caso de la famosa escena de la pelea con el martillo, que en la de Park Chan-wook se nos mostraba en un escenario y sin cortes de montaje a través de un travelling. Ésta tiene lugar en varios escenarios, con una primera parte en plano secuencia, de manera perfectamente coreografiada. Una mezcla entre videojuego y pelea callejera de bandas con toques de cine de género, el más cercano el de la apoteósica locura de Drew Goddard en La cabaña en el bosque (2012). Por otro lado, cabe destacar el referente español de la película, la banda sonora de Roque Baños, que aquí no es un elemento estilístico tan extremo como la de Cho Young-wuk, pero como componente funcional, y siendo el compositor fiel a su estilo, funciona perfectamente.



El peso de toda la película lo lleva el actor Josh Brolin, con un papel que alterna lo físico y lo mental, va ejercitando su cuerpo mientras va perdiendo su cabeza, hasta acabar corrompiéndose por entero. Aunque Brolin está impecable, quizás se echa en falta una perturbación aún mayor en la definición de su personaje, un comportamiento menos racional y más animal, como el que tenía Min-sik Choik. Le acompaña Elisabeth Olsen, que aporta una enorme presencia. El esperpéntico villano de cómic, que aquí resulta razonable debido a lo rocambolesco de la historia, está interpretado por Sharlto Copley, mientras que destaca la siempre estimulante presencia de Samuel L. Jackson, con un personaje tarantiniano donde los haya.



Al igual que la estrenada a finales del pasado año Una familia de Tokio de Yoji Yamada, sin llegar a la maestría de su referente, Cuentos de Tokio de Ozu (1953), tenía un valor intrínseco como emotivo y espontáneo retrato familiar, si Old Boy fuese una película original, no se podría poner en duda que es un trabajo meritorio con muchos más aspectos a favor que en contra. Y ese es el modo en el que hay que intentar verla, como una obra independiente, no aislada de su contexto, pero sí liberada de complejos y de balanzas. Concebida como una tragedia shakesperiana (con referencias explícitas a Hamlet), con una catarsis final casi operística, Old Boy va (mucho) más allá de un simple “copy paste” comercial que busque conectar con un público estándar. Como mínimo, eso es algo que es interesante de ver.

Madrid

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