Una señal de Kurosawa

“He sido una hipócrita y puede que lo siga siendo.
Uno no puede disfrutar de lo bueno sin aceptar lo demás.
Yo aún no he sido capaz de aceptar algo así".
Izumi, septiembre 2035



Keiichi Kobayashi (Japón, 1972) comenzó su carrera como director de audiciones para programas de televisión, también ha dirigido varios videos musicales en su país y alguna pieza teatral. Durante su participación en el Festival de Sundance declaró que una noche Akira Kurosawa se le apareció en un sueño para decirle que tenía que ver más sus películas. Al día siguiente, las televisiones anunciaban la muerte de Kurosawa y, Kobayashi, interpretó aquel suceso como una señal del cielo para poner su voluntad, su fuerza y su energía en hacer películas. Su primer largometraje como guionista y director, About the Pink Sky, llega a nuestras pantallas tras su triunfo en la pasada edición del Festival de Cine de Gijón.

Un día Izumi encuentra una cartera con 300.000 yenes (casi 3.000 euros), tras prestar 200.000 yenes a un amigo, sus amigas insisten en que debe devolver la cartera porque pertenece a Sato, un muchacho guapo y rico del instituto al que ellas están deseosas de conocer y ésta puede ser la oportunidad perfecta. Cuando éste descubre que falta dinero en la cartera, obliga a Izumi a pagar la deuda haciendo un periódico donde solo haya buenas noticias con el fin de animar la estancia en el hospital de un amigo suyo, personaje que se nos muestra sólo un instante como preámbulo al contrapunto poético que se desliza hasta el final para cerrar la cinta y que supone la inclusión en la historia de la temática de la homosexualidad.

Rodada en un sugestivo blanco y negro algo sobre-expuesto y una tenue cámara en mano, la película arranca con una cita escrita en el futuro por la propia protagonista, Izumi, personaje que tiene los ingredientes justos para resultar una graciosa insolente, o solo una niña repelente. Esta irónica adolescente que pasa el tiempo libre puntuando el contenido de las malas noticias que trae cada día el periódico, o perdiéndolo junto a sus amigas, papeles bien interpretados por actrices debutantes en la gran pantalla que nos muestran de manera casi documental la curiosa relación que existe entre estas tres amigas.

Cabe destacar el peculiar uso del sonido que hace el director en el que algunos audios llegan a ser estridentes; mientras que, y continuando con la pretensión de Kobayashi de acercar la película a una estética propia del género documental, no hay música ni efecto sonoro alguno en los largos momentos de soledad de Izumi, la cámara se centra en ella y el audio en su habitual parloteo con ella misma.

Tras esta peripecia intrascendente sobre la que se sostiene la película, Kobayashi, hace un retrato de la adolescencia de clase media nipona donde el dinero y la hipocresía en torno a él, cuenta y mucho, como en algún momento refieren los personajes; y en la que no asoma ni una sola figura maternal ni paternal. No hay rastro del conflicto generacional que se podía esperar: estos adolescentes disfrutan y padecen una gran independencia en su día a día o, al menos así lo percibe el espectador.

Después de más de una hora y cuarto de cinta donde la historia no avanza mucho más que en contar cómo las amigas se organizan y trabajan en crear el periódico sólo de noticias buenas, la película se desenlaza entre lo trágico y lo poético con tintes literalmente rosados, como refiere el título.

Artículo de Elena María Sánchez





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