La bifurcación del cine español: Dos romances.



Ambas nos remiten con su título a dos grandes ciudades europeas, ambas son obra (ópera prima en uno de los casos y primera película en solitario, en el otro) de dos prometedores directores españoles, ambas se han producido alejadas de los épicos jingles de las majors y ambas constituyen, cada una a su manera, un relato romántico (o incluso varios) peculiar y carismático. Por si fuera poco, ambas, también, demuestran que aquello de que en época de crisis hay que "renovarse o morir" es totalmente cierto, y también demuestran la rica diversidad, la positiva y necesaria frescura, que puebla el cine español joven, el futuro, pese a la falta de dinero, que no, en absoluto, de ideas.

Son Stockholm (Rodrigo Sorogoyen - 2013) y Barcelona Nit D'Estiu (Dani de la Orden - 2013), dos proyectos, agrupados (mal o bien) en el género romántico, financiados y distribuidos al margen de los modelos de producción y distribución típicos: la primera mediante el llamado, y cada vez más extendido, micromecenazgo y la segunda, tras afrontar no pocos contratiempos y problemas de presupuesto, siendo "acogida" por rostros como el televisivo Andreu Buenafuente, o el director Kike Maíllo ('Eva') y por empresas como Filmin que han conseguido sacarla adelante con un presupuesto muy distante a la de otras producciones del estilo (y con, eso sí, un par de products placements tan necesarios para la propia producción, como explícitos). La ópera prima de Dani de la Orden se estrenará en cines catalanes, con posibilidad y deseo de expansión a otras capitales españolas, para poco más de dos semanas más tarde estrenarse en las salas online de la plataforma VOD de Filmin, siguiendo la estela de estrenos como Carmina o Revienta, todo esto después de, cual estrella del rock, hacer un tour por varias localidades catalanas (y Palma de Mallorca) con conciertos, y llenazos, incluidos. Por el contrario, la primera película en solitario de Rodrigo Sorogoyen está proyectándose en filmotecas y cinetecas del estado, al más clásico y encantador estilo cineclub, tras su éxito en el Festival de Málaga, antes de un futuro, y tristemente aún fuera del horizonte, estreno en salas.

Dejando a un lado los méritos, no pocos, como producciones, es destacable que ninguna de las dos se haya quedado en un valiente y destacable por su novedoso planteamiento, pero fallido argumentalmente, intento. Al contrario, para celebración del público cinéfilo y tristeza de aquellos que últimamente parecen ir en contra del cine español, intentando aferrarse a los tópicos sobre los géneros más tratados (películas de la guerra civil) o sobre las subvenciones para alimentar esa irracional enemistad hacia parte esencial del patrimonio cultural de un pais, estamos en frente de dos muestras de talento apabullante. Dos romances contados bajo puntos de vista novedosos y con estilos de una potencia visual minimalista muy reivindicable que apoya (o viceversa) una estructura narrativa de corte indie pero con voz propia, alejando el producto, el arte, del montón. Esos ambientes amables y luminosos, "bañados" por esos cielos estrellados, esa bella fotografía y esa dirección de escándalo para una ópera prima de Barcelona Nit D'Estiu que contrasta, asumiendo y sacando a relucir esa (sana) bifurcación del título, con el aspecto mucho más íntimo, con un halo asfixiante , de Stockholm, que se parte en dos adquiriendo una textura nada amable, contrastando el blanco impoluto con el rojo sangre que se intuye, formando casi obras pictóricas, en su segunda mitad, en ese clasutrofóbico apartamento, con un gusto por la imagen exquisito.

Como estéticamente, argumentalmente las dos muestras románticas de las que os hablamos no dejan de pertenecer a ese amplísimo género, siendo absolutamente opuestas. La crudeza y melancolía, tristeza, que envuelve la semi-espectral obra de Sorogoyen resulta inmediatamente distinta a la blanca, inofensiva, bonita y simpática cinta de De la Orden. El tratamiento, pese a distinto, de las mismas no deja de ser casi impoluto. El carácter de propuesta coral, episódica, de postal, de estructura de mayor ambición argumental, hace que Barcelona Nit D'Estiu acabe por presentarse como una cinta dominada por la evidente irregularidad rítmica y de intensidad, solventada con empeño y creatividad con golpes de música delicados pero efectivos, estupenda banda sonora a cargo de Joan Dausà, con pinceladas de emoción, creando una atmósfera especial y con besos, muchos besos. Stockholm no tiene ese problema de dispersión. La película de Caballo Films cuenta con solo dos personajes durante todo el metraje, que interactúan entre ellos, mediante largas conversaciones, y limita los espacios a apenas dos lugares: la calle nocturna y el apartamento diurno, concentrando el grueso argumental, la atención del espectador, mérito ese, sí, (que mantenga dicha atención durante los noventa minutos de duración) en las actitudes de dichos personajes. Stockholm no necesita resultar verosímil, ya que se basa en la mentira, en las falsas apariencias, en los cambios de actitud, en el dolor de la falsedad inesperada, del golpe de revés. Stockholm emociona tanto cuando resulta compacta en su romanticismo, como cuando la coyuntura trágica, el clímax dramático que se desarrolla en un in crescendo hasta su final, resulta ya aguda y grave, emociona al partir de una sencillez maloliente, acabando por mostrar la belleza oscura de la misma muerte, logrando captar la esencia de lo cruel y lo febril del romance y plasmándolo, haciendo lo divino, humano, en dos actores: en la sutileza, la inocencia, la palidez, la musa, de ese rostro que ya se consagra como el más (si, el más) prometedor del cine español, Aura Garrido que se rompe en el crudo juego de espejos junto a su compañero, el villano y a la vez el enredado, la víctima y el verdugo: Javier Pereira.

Volviendo a la irregularidad argumental de Barcelona Nit D'Estiu, su despistada y divertida división en pequeñas historias acaba por regalarnos dos perlas en bruto, dos joyas, cada una por motivos distintos, reivindicables en fondo y forma, por sus actuaciones, por su historia, por su tratamiento. Son las historias protagonizadas por Álex Monner y Luis Fernández, ambos brillantes en personajes que piden a gritos un espacio mayor para desarrollarse, al igual que los personajes de Francesc Colomer y Claudia Vega, mini Uma Thurman, que por su parte lideran una historia más tierna, inocente, preciosa. El sano e inofensivo romanticismo de Barcelona Nit D'Estiu acaba estallando en un final en el que los hechos se encadenan con el paso de un cometa y con música sonando, con el amanecer, bajo el agua de una piscina, con la reivindicación de la amistad, sin prejuicios, con despedidas y comienzos, y con vida. Con algo especial. Con un fuerte vitalismo, optimismo, como queráis llamarlo... con una simple llamada.

Pese a constituir un producto de fácil y rápido consumo, siendo una película con un aura especial pero dentro de los cánones del cine postal romántico, la dulce Barcelona Nit D'Estiu resulta absolutamente necesaria. Un ejemplo de ese cine, buen cine, feel good rodado con gusto y talento, narrado con gracia e interpretado de una manera absolutamente creíble. Un largometraje que se recrea en los detalles de la imagen, en los juegos de miradas, que se aleja del grueso romántico sin dejar de utilizar los clichés del mismo (bien), que se ve sonriendo y que te hace derramar una lágrima. Alabable desde muchos puntos de vista, entre otros ya citados y más no comentados: desde su naturalidad, su frescura y su planteamiento simple, al grano, nada rebuscado, fácil, funcional, desde su espontaneidad.

Dos romances, dos películas españolas financiadas al margen, dos actos de valentía, dos peliculones, muy distintos: la crudeza y el minimalismo de Stockholm y el optimismo blanco de Barcelona Nit D'Estiu, dos películas, escogidas como simple muestra entre muchas otras (solo hay que observar recientes films como la maravillosa carta de amor al séptimo arte 'Los Ilusos' de Jonás Trueba o la aún inédita en salas 'Otel·lo', ejercicio meta teatral también sobre la fascinación por la falsedad, de la que algún día hablaremos) que acaban por demostrar, sí señores, que el cine español sigue muy vivo.


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