Jugando en la oscuridad

Cuando uno se para a contemplar la carrera de James Wan no puede evitar sentir admiración, especialmente por el hecho de que, con el paso del tiempo, haya conseguido hacer suyo un género normalmente plagado de clichés, dotarlo de frescura y de un sentido del ritmo fascinante.

Expediente Warren: The Conjuring es la quinta película del director malayo, desde que debutara en 2004 con ese sobrevalorado ejercicio de sadismo que es Saw. El film nos transporta a la América de los años 70 en la que vemos por primera vez a la ilusionada familia Perron en plena mudanza, preparada para vivir en una bonita granja situada a las afueras de Rhode Island.

Cuando la familia comienza a ser atormentada por extrañas presencias que habitan la casa, decide acudir a dos de los investigadores paranormales más reconocidos mundialmente: Ed y Lorraine Warren. Desde el primer momento en que pisa la casa, Lorraine se da cuenta de que se enfrentan a algo completamente desconocido y en sus manos está salvar a la familia Perron de su fatídico destino.

Con esta premisa, Wan nos introduce de lleno en el seno de una familia completamente aterrorizada, cuyo núcleo se está resquebrajando por momentos como consecuencia de los seres que acechan en cada rincón de la casa.

Expediente Warren: The Conjuring es, sin ninguna duda, la mejor película de terror que he visto en los últimos cinco años. Resulta absolutamente aterradora y posee una enorme carga emocional, algo poco habitual en este género, solo patente en la española El Orfanato. Tanto el director como los actores muestran un gran entendimiento de la psicología de todos y cada uno de los personajes, logrando así el establecimiento de una fuerte empatía con ellos por parte del espectador.

Técnicamente, nos encontramos un film impecable. Todo está cuidado hasta el último detalle, empezando por la dirección, pasando por la fotografía y llegando al montaje, el elemento más destacable de todo el film. Wan hace de la oscuridad su medio y se mueve a través de ella con una fascinante fluidez; juega con ella, se cuela en sus recovecos esperando el momento oportuno para hacer saltar al espectador, y cuando este llega, ten por seguro que va a ser totalmente inesperado. Durante el transcurso de la película, resulta sorprendente cómo partiendo de una aparentemente sobada premisa, se toma una dirección completamente diferente, con el objetivo de sorprender al espectador, cosa que a mi juicio es el elemento más importante en las películas de este género y por desgracia, cada vez menos habitual.

Y por si esto no fuera suficiente, todos los actores del film están espléndidos. Esto nos permite compartir su sufrimiento, sentir su pavor… Son especialmente destacables las interpretaciones, en especial las femeninas. Vera Farmiga y Lili Taylor llevan a la pantalla de forma magistral a dos mujeres rotas por dentro pero a la vez tan fuertes que no dejarán de luchar ni un solo momento por sus respectivas familias. Además, en ellas recae la mayor parte del peso de la historia y resulta increíble la facilidad con la que llevan tan pesada carga.

Todo en el film parece rozar la perfección… hasta que llegamos al final. Es entonces cuando el estupendo ritmo que durante casi dos horas de metraje nos ha tenido agarrados a la butaca y ha hecho que nos mordamos las uñas hasta la raíz, cae en picado. El final es tan precipitado que al aparecer los títulos de crédito uno se pregunta si Expediente Warren: The Conjuring podría haber llegado a ser una absoluta obra maestra del cine de terror si solo hubiera durado diez minutos más.

A pesar de todo, esto apenas influye en nuestra concepción general del film, ya que Expediente Warren: The Conjuring contiene la cantidad suficiente de “momentos diez” para que estemos deseando volver a sumergirnos en las tinieblas de la casa de la familia Perron una segunda, tercera o cuarta vez.

Un artículo de Miguel (Kind3f)





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