Principios y finales


Es casi inevitable no sentir lástima cada vez que James Gandolfini aparece en pantalla en la que fue su última película, Sobran las palabras. Al igual que cuando su personaje bromea sobre su peso y los problemas de salud que esto le puede acarrear. Precedida por este componente de nostalgia, y por sus nominaciones al guión y a sus intérpretes en premios como los Satellite, Independent Spirit, el de los Críticos de Nueva York y el del Sindicato de Actores, llega a España, tras su paso el mes pasado por el Festival de Cine de Gijón, el quinto largometraje de la directora de cine y televisión Nicole Holofcener.



Sobran las palabras nos cuenta las peripecias de Eva, una masajista divorciada que ve con temor la inminente partida de su hija a la universidad. En una fiesta conoce a Albert, un hombre que está en la misma situación, y a Marianne, una poetisa con la que enseguida conecta muy bien. Comenzando una relación sentimental con él, y de amistad con ella, parece que Eva tiene la oportunidad de empezar una nueva y dedicarse a sí misma por primera vez en mucho tiempo. Aparentemente estamos ante otra prototípica película de corte indie, desde la banda sonora de Marcelo Zarvos, los personajes, entre los que no puede faltar un matrimonio en crisis, una amiga solterona, y los hijos y amigos de los hijos (siempre ha de estar presente el conflicto generacional), hasta los propios actores: como muestra, ahí tenemos a Toni Collette, que parece ser constante en este cine (hace muy poco la veíamos en un papel bastante similar en El camino de vuelta). Pero, en un momento determinado, la película de Holofcener da un giro inesperado que la convierte casi en una sutilísima comedia de enredos que, sin bien no podemos decir que sorprenda en exceso, sabe explotar al máximo sus conocidas armas.



Jugando con el título, Sobran las palabras es una película en la que todos hablan constantemente, por nervios, miedo o inseguridad, cuando habría momentos en los que sería mejor el silencio o la discreción. Los diálogos son amenos y realistas, sin resultar pedantes, puestos en boca de unos personajes imperfectos, con muchos defectos y muchas carencias, que necesitan sentirse queridos. Se nos plantean los peligros de las relaciones en la madurez, cuando los errores del pasado se convierten en nuestro peor enemigo, junto con nosotros mismos. La inconfundible ambientación californiana (la historia transcurre en Los Ángeles) se convierte en una protagonista más y condiciona o aparece en contraste con el estado de ánimo de los protagonistas, como si en un lugar tan hermoso y soleado uno nunca tuviera derecho a sentirse infeliz.



Uno de los puntos más fuerte en los que se sostiene la película es en la soberbia Julia Louis-Dreyfus (la inolvidable Elaine de Seindfield, en su papel más protagonista hasta la fecha en cine), recién nominada al Globo de Oro. Ella es la conductora absoluta de la historia, divertida y expresiva sin llegar a resultar nunca esperpéntica. Destaca por encima del resto del reparto, que incluye como ya hemos dicho a Toni Collette, a Catherine Keener, actriz fetiche de la directora (ha salido en todas sus películas), o al mismo Gandolfini, que hace una interpretación muy correcta y sorprendente dentro de su carrera en los últimos años, pero no una de sus mejores interpretaciones, como muchos han querido ver con melancolía.



Sobran las palabras no ofrece más de lo que uno se puede esperar, pero ya es más que suficiente encontrarse es una ocurrente comedia romántica que, sin salirse de los cánones, tampoco se acomoda en lo fácil y manido, intentando revelarse dentro de los límites que le deja un género ya demasiado consolidado (y anquilosado) como para tomarse excesivas libertades. Una entrañable despedida para Gandolfini y un soplo de aire fresco en la cartelera de final de año.

redactora de La Llave Azul | Madrid


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